lunes, 31 de enero de 2011

Me sonríes y me miras con esos ojos que me transmiten tanta confianza. Y entonces sé que me pasaría contigo el resto de mi vida. Me he dado cuenta de que no necesitas vivir en Nueva York, tener todo lo que el dinero pueda comprar, para ser feliz. Que esa felicidad se encuentra en los pequeños momentos, en lo grande del día a día. Esas cosas que no están al alcance de ninguna Visa Oro. Una vez me preguntaron si daría mi vida por él. Realmente no supe que decir, no estaba segura. ¿Sabes? Si hoy me replantearan la pregunta, si se refirieran a ti, no lo dudaría un segundo. Contigo no hay lugar a dudas, te quiero, siempre lo he hecho. Y ese te quiero me sale de dentro, no tengo esa vocecita en la cabeza cuestionandome: ¿Lo sientes de verdad o es solo por decir? Me has dado risas, me has dado tu cariño, mil veces me he quedado con las ganas de abrazarte. Y pueden decir lo que quieran, que es mejor no hacer planes de futuro, que mejor no tomar decisiones precipitadas a estas edades, pero yo por ti, lo dejaba todo. Por tener esa sonrisa a la que me agarro cuando todo va mal, la que me sé de memoria, a cinco milímetros a todas horas. Por saber cómo de despeinado tienes el pelo cuando te levantas de la cama. Por tener la certeza de que habrá tiempos mejores y peores, pero si tu me abrazas no existe el dolor.

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